Gracias a un eclipse lunar, el Almirante Colón obtendría la cooperación, el respeto y una gran ayuda en alimentos de parte de los indígenas. Colón y su tripulación se encontraban en Jamaica, durante el cuarto viaje a América. El trayecto había sido accidentado, y los españoles hambrientos esperaban una ayuda de la Corona que parecía no llegar nunca. Era el 29 de febrero de 1504 (año bisiesto), día de Luna Llena. Colón, creo que escarmentado por sus experiencias anteriores, se mantenía informado sobre los eclipses venideros; y decidió sacarle provecho al eclipse que él sabía se daría esa noche. Recordemos el carácter divino adjudicado a la Luna en las civilizaciones primitivas. Don Cristóbal urdió un astuto plan para obtener alimentos para sus debilitados hombres. Cortésmente solicitó alimentos a los indígenas, y como ellos se negaran, les amenazó con quitarles la luz de la Luna. Ellos, por supuesto, no le creyeron. El Almirante sólo tuvo que esperar a que anocheciera. A las 7:40 PM la Luna, completamente eclipsada, lucía aterradoramente oscura. Poco después los espantados indígenas de Jamaica se hincaron a los pies de Colón ofreciéndole alimento para todos sus hombres y su apoyo permanente, rogándole que a cambio les devolviera la luz de la Luna. Colón aceptó encantado. Cuando la Luna salió de la sombra de la Tierra, poco después, y volvió a lucir llena, la figura de Colón se consolidó entre aquellos indígenas como la de un poderosísimo brujo, capaz de apagar y encender la Luna a voluntad.
Otros descubridores llegaron del exterior a Orcera no hace mucho tiempo, ávidos de vivir alguna aventura parecida, donde los indígenas se dejaran manejar en razón de su déficit cultural y de sus creencias ancestrales. Consiguieron marearle la visión a una minoría (44) para posteriormente convertirse en almirantes de la nave municipal. Su capacidad de brujería fue mínima, pues la luna se escondió y no ha vuelto a salir, la oscuridad se ha adueñado de todo, de manera de tanto los salva patrias como los enderezadores de todo, no han cubierto con éxito su preconizado objetivo, muy al contrario han fracasado, y tanto el Almirante Colón orcereño, como su ayudante, deberían entender, que en adelante su eclipse es total y definitivo. A casita, es lo que procede, si saben entender que los indígenas ya no creen en ellos, aunque se hinquen de rodillas.
EL ZAPATAZO.
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