martes, 20 de mayo de 2008

LA VIDA Y LOS HECHOS, SON TOZUDOS

Separemos la vida pública de la privada, la política de la profesional; Pero seamos libres y contemos las cosas como son. Evitemos las tragicomedias.

MATAR AL MENSAJERO

Sólo mil millones de personas, de las casi seis mil que viven en el planeta, disfrutan de libertad de prensa y expresión. El resto del mundo -países comunistas, algunos capitalistas y principalmente el Sur- vive privado de esa libertad o recibe unas migajas a cambio del llamado "silencio de los pobres".
Unos cuantos locos han declarado la guerra a ese mutismo y a los que lo provocan. Sus armas son unas plumas, unos cuantos ordenadores y unas cámaras de fotos. Son periodistas. Han formado un colectivo por la libertad y cada año varias pierden la vida en un campo de batalla.

Este dicho popular se utiliza en el sentido de acusar a una persona que da una mala noticia de ser el origen o la causa de los males que cuenta. También se utiliza para lamentar la injusticia y el desagradecimiento de las personas que reciben una mala nueva por su ira contra el mensajero.
Se trata de una costumbre ancestral, referida ya en los más antiguos libros sagrados: el portador de malas noticias era castigado y sometido a escarnio. En ocasiones, se ahorcaba al mensajero o se le cortaba la lengua o la cabeza. En Grecia y Roma continuó tan desafortunada tradición. Durante la Edad Media era frecuente azotar a los mensajeros que traían desagradables comunicados. Por el contrario, el mensajero que portaba buenas nuevas era agasajado y tratado con honores.


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