lunes, 14 de enero de 2008

AUTOCRÍTICA



No cambiar de idea cuando los hechos evidencian tu error podría ser consecuencia de la tozudez, el orgullo, la incapacidad de autocrítica, la inflexibilidad. Pero en el mundo ideológico a eso se le ha venido llamando coherencia. Te hace coherente encastillarte en tus trece a pesar de que los hechos te demuestren que determinada dictadura que defendías en tu más tierna juventud se ha cobrado presos políticos y ha generado un desastre social. Coherencia.
Hay críticos que jamás admitirán que fueron injustos con tal autor o que ensalzaron a otro por miedo a salirse de lo que mandaban las tendencias del momento. Como son mundos muy infectados por las ideas abstractas, el "coherente" convierte sus errores en una prueba más de autenticidad. No cambies, te dice un admirador. Y lo que podría ser un gesto cariñoso se convierte de pronto en una maldición: si cambias perderás mi admiración y te verás solo.
Por fortuna, el universo de la ciencia está dando una lección ética al de las humanidades despegándose de las presiones ideológicas para contar sólo aquello que los ojos ven. La revista Edge ha preguntado a ciento veintiún científicos en qué cambiaron de opinión en 2007. Las respuestas son extraordinarias y de lo más diversas. Desde la bióloga que admite unas diferencias entre el cerebro masculino y femenino que antes sus prejuicios le impedían admitir hasta el neurólogo que expone cómo ha cambiado su idea del almacenamiento de la memoria o el antropólogo que confiesa haber aceptado, como parte de la cultura inca, el sacrificio ritual de niños. Todos ellos se han desprendido de algo, de años de trabajo, de prejuicios. El cambio les granjeará admiradores pero también furiosos enemigos. Someterse a esta pregunta pone a prueba la flexibilidad de nuestro cerebro: ¿en qué cambié en 2007?, que es como decir, ¿en qué estaba equivocado? Uf...
Difícil cuestión para lo humanos aceptar los errores, aunque a veces los transportemos en la gua-gua de la idiotez que nos acerca a la mezquindad. Incoherente y malévolo destino, cuando nos falta la elegancia y sensatez para reconocer los mismos.
Tantas cosas nos traicionan en la vida, que somos el único animal que tropieza con asiduidad en la misma piedra; Pero hay dos que sobremanera ejercen sobre nosotros la más negativa vendetta de la traición: “El orgullo” y “los intereses”. Estos siempre nos conducen inexorablemente a la pérdida de la ética y la humanidad, contribuyendo enormemente a que los demás adquieran una visión negativa de nuestra personalidad, cuando tantos comportamientos equilibrados nos costó adquirirlos a lo largo de los años.
Es necesario comprender la realidad para corregir los errores si queremos ser comprendidos, pues ya se sabe que: “Solo los sabios más excelentes, y los necios más acabados son incomprensibles”.
Que cada uno haga su reflexión, se examine personalmente y ponga la altura al listón de su “AUTOCRÍTICA”.

EL ANALISTA

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo primero que tienen que tener es "VERGUENZA"